Caminante no hay camino, se hace camino al andar…
Antonio Machado
Hoy me dispongo a compartir una entrada sobre la paternidad. Me gustaría primero que podamos tomarnos un momento para reflexionar sobre los distintos estereotipos de género que se perpetúan e internalizan como mandatos socioculturales, que muchas veces afectan nuestra forma de movernos en el mundo, nuestra forma de actuar, pensar y sentir. Reflexionar sobre el valor que se le atribuye al rol reproductivo de la mujer y al rol productivo del hombre, la cantidad de espacios en los que, aún en la actualidad, se sostiene que el lugar de la mujer es el doméstico y el del hombre, el público; la mujer en el hogar y con los hijos, el hombre fuera de él, trabajando para proveer y sustentar económicamente. La imagen del hombre fuerte y la mujer sensible, él activo y ella pasiva, él independiente y ella dependiente, él “sencillo” y ella “complicada”, por mencionar sólo algunos de los estereotipos predominantes que sin duda también inciden en la m(p)aternidad…
Se entiende a la Paternidad como el proceso psicoafectivo por el cual un hombre realiza una serie de actividades en lo concerniente a concebir, proteger, aprovisionar y criar a cada uno de sus hijos (Oiberman, p.80). Es el proceso complementario de la maternidad, siendo los mismos interdependientes y contribuyendo al desarrollo y crecimiento – tanto físico como emocional – del niñx.
La paternidad – como la maternidad – se construye en la experiencia, y se ve facilitada y reforzada a través de una participación activa durante la gestación, el parto/nacimiento, el período postparto y la crianza.
El vínculo del padre con sus hijxs comienza a formarse incluso desde antes del nacimiento[1]. Desde la gestación, el bebé intraútero es capaz de percibir la voz de su papá, diferente a la de su mamá. Se trata de presencias vitales, desde las cuales el niñx extrae los elementos necesarios para articular su propia identidad e ir consolidando su estructura yoica (Oiberman, p.89).
Experiencias como la participación en los chequeos prenatales y en las ecografías, su inclusión durante la gestación, la preparación del nido, su presencia durante el parto/nacimiento[2], el mutuo acompañamiento durante esta nueva etapa, la corresponsabilidad en las tareas de cuidado del bebé, facilitan y refuerzan la construcción del vínculo paternal, favoreciendo que el hombre pueda apropiarse de su rol. Ser papá no sólo es comprender, apoyar o pensar en el nuevo presupuesto familiar, es también ponerse en contacto con las necesidades y los placeres que hasta ahora fueron mantenidos en el ámbito femenino (Tobi, p.197).
Como la maternidad, la paternidad – por más deseada que sea – implica una crisis vital. La vida, los vínculos, la cotidianeidad, los tiempos, las prioridades, las actividades, cambian radicalmente. Pero, como toda crisis, es también una gran oportunidad de crecimiento, tanto a nivel individual, como para la pareja/familia.
Es de gran importancia que el padre pueda ser parte del sostén emocional fundamental de la madre durante la gestación y el período posterior al nacimiento del hijx, de esa manera facilitará que ella puede entregarse más fácilmente a la simbiosis y “prestar su mente” y cuerpo al bebé (Bornhold en Oiberman). Claro que él también necesitará expresarse, ser escuchado, abrazado, algunos incluso precisarán sostenerse manteniendo espacios conocidos, en los cuales se sientan seguros (encuentros con familiares o amistades, momentos de dispersión). Siempre suele resultar sumamente enriquecedor promover momentos de diálogo en la pareja para poder enfrentar juntos los cambios que surgen en esta etapa vital, acompañándose, para poder hacer frente a los miedos y tensiones que pudieran ir apareciendo, potenciando la empatía, la comprensión mutua y la colaboración.
La Dra. Oiberman (p.104) invita a extrapolar el concepto winnicottiano de Preocupación Maternal Primaria para poder pensar en la Preocupación Paternal Primaria, destacando los siguientes factores:
– El compromiso paternal en el proceso del embarazo, parto y puerperio.
– La satisfacción en la relación de pareja.
– La influencia de las experiencias infantiles con su propio padre.
– Un rol masculino no estereotipado, que le permita participar de los cuidados del bebé, sin entrar en conflicto con su virilidad.
– La actitud de la madre tendiente a estimular la participación del padre.
No te pierdas cambiar a tu bebé, acariciarlo, olerlo, bañarlo, alimentarlo, participar activamente en su crianza, reír juntos, viajar con la imaginación, disfrazarse, crear historias… ¡Es invaluable, tanto para vos como para tu hijx!
(*) Natalia S. Liguori
Lic. en Psicología (MN 47.600 – MP 96.341)
natiliguori@yahoo.com
https://licenciadanatalialiguori.wordpress.com
Bibliografía:
Empapate. Campaña de promoción de paternidad activa del Sistema de Protección Integral a la Infancia Chile Crece Contigo. Sitio web: http://www.crececontigo.gob.cl/empapate/index.php
Oiberman, A.: Observando a los bebés: técnicas vinculares madre-bebé y padre-bebé. 1a ed. 1ª reimp. Buenos Aires. Lugar editorial. 2013.
Tobi, V.: El embarazo transformador: un programa de preparación para la pareja gestante. 1a ed. Buenos Aires. Paidós. 2007.
[1] En aquellos casos en que existe una figura paterna presente.
[2] Si es el expreso deseo de la mujer parturienta.