Reflexiones sobre el destete, por Delfina Medeot

Cuando una familia decide amamantar, es muy probable que sea capaz de encontrar muchísima información disponible. El mensaje es unánime: iniciar la lactancia lo antes posible, permitir el acceso al pecho sin restricciones, dar a libre demanda, observar al bebe y no al reloj.
Transitamos la lactancia por meses o años y llega un momento en que nos preguntamos hasta cuándo. Si gozamos de un entorno amable e información actualizada, sabemos que la cría humana necesita leche hasta los dos años de vida o más.
¿Qué pasa si una de las partes ya no desea amamantar?
¿Qué hay detrás de las ganas de destetar?
Aquí entramos en aguas turbulentas, la información disponible empieza a contradecirse y aparece el conflicto, a menudo resultando en ambas partes sintiéndose frustradas y pavimentando el camino de los pedidos desplazados y las dinámicas donde sólo importa una voz.
Como profesional, durante mucho tiempo este tema me generó conflicto interno. Cuando logré despegarme de mis prejuicios pude encontrar una propuesta de acompañamiento que toma en cuenta las necesidades de ambos en la díada. Es una manera de mirar esta etapa. No es la única. Está basada en mis observaciones y experiencias.
Lo primero es indagar sobre el deseo profundo y los motivos de la decisión: a veces nos vemos influenciadas por la mirada ajena, por preconceptos y prejuicios. Examinar qué nos motiva es buen ejercicio, ya sea para recalcular o afianzar la elección. La fluidez del proceso está anclada en el convencimiento interno de lo que queremos hacer. Implementar un cambio drástico en la vida de un niñito de 2 años, sin esta determinación es una receta para el desastre ya que nuestros pequeños perciben cualquier rastro de duda. Eso alimenta su resistencia al no transmitir seguridad. Cuando el deseo de finalizar es firme, creamos un plan para gradualmente destetar. Cada situación es única y este proceso tendrá en cuenta las necesidades de la díada en particular.
Pero otras veces, no hay un deseo firme de terminar con la lactancia. Hay cansancio, agotamiento y desconcierto ante una demanda que no baja nunca, y hasta parece aumentar. El mensaje prevalente es “no ofrecer, no negar” o “la lactancia es a demanda siempre” acompañado del llamado a tener paciencia y aguantar. Es absolutamente bien intencionado, un intento de dar ánimos y fomentar la lactancia, pero un mensaje que cuando es recibido en la soledad del hogar, con el bagaje a cuestas, el cansancio en los huesos, no aporta. Hay situaciones donde la ayuda tiene que poner el cuerpo.
Quienes acuden a mí en estas circunstancias se sienten acorraladas, en la cornisa de la sanidad mental. Terminar con la lactancia parece ser la solución. Oscilar entre el autosacrificio (paciencia, crisis, tolerancia, aguante) y el otro polo que se lee en redes sociales y de parte otras generaciones: el uso de ungüentos, pimienta, mostaza, esmalte de uñas y demás, con el propósito de generar rechazo en el niño y que sea éste quién, manipulado, ya no quiera tomar pecho. Entre estos dos extremos tan poco saludables, existen por suerte, otras posibilidades.

Teta

Algo que las familias encuentran muy revelador, es la idea de que la lactancia no es un “todo o nada”. Cada díada vive su propia expresión, entre lo deseado y lo posible. Cada gota cuenta.
Entonces, es válido proponer un cambio de libre demanda a una regulación de las tomas. A la implementación de ciertos límites alrededor de cuánto, cuándo, y cómo disfrutamos de la teta. Por que la clave aquí está puesta en eso, el disfrute. Podemos empezar a reservar la teta para ciertos momentos puntuales y podemos hacerlo sin sentir culpa ni remordimiento. Los niños son sabios, y capaces de comprender. Cuando somos capaces de implementar este encuadre, recuperamos el placer, y esos encuentros de tomar la teta recuperan lo especial, íntimo, amoroso. Así, se logra sostener la lactancia de una manera saludable, con respeto y consideración a las necesidades de todos los involucrados. Hablar con nuestros niños, contarles con sinceridad lo que nos pasa, darles participación en una dinámica que los incluye, es sanador para ambos.
Pensar la lactancia en términos fisiológicos es pensar la lactancia en cuestión de años. Cualquier relación saludable que sostenemos por años tiene la cualidad de que ambas partes son consideradas, se sienten respetadas, se encuentran por placer y ninguna de ellas se siente drenada, abrumada o agotada. Ese es el tipo de relación que es positivo modelar para nuestros hijos, y el tipo de dinámica que permite una lactancia fisiológica sin martirizarse. Porque entre destetar definitivamente por llegar a punto de ebullición, y sabiamente reconocer nuestros límites, necesidades, y preservar este vínculo tan único por más tiempo, pues es claro que la segunda opción es preferible.
Es importante comprender y empatizar con nuestros niños, ver qué nos están pidiendo. Mirada, contacto, palabras, momentos. La lactancia con bebes mayorcitos y niños pequeños tiene mas que ver con estas cosas que con hambre o nutrición (aunque la leche humana siempre tiene valor nutricional).
Una vez más, nuestros hijos e hijas nos traen posibilidades de crecimiento personal a través del vínculo que sostenemos con ellos.

¡Gracias Delfina Medeot!


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