Maya miró mientras su papá se paraba en las puntas de los pies para alcanzar los libros de la repisa más alta. Cuando era pequeña, creía que él era el hombre más alto del mundo. Ahora, cuando se despertaba en medio de la noche, siempre pensaba que al menos su papá estaba en casa, que siempre podría espantar a cualquier ladrón, oso o monstruo. No estaba acostumbrada a verlo ahora tan pequeño, alcanzando el libro en la orilla más lejana de la repisa con las puntas de los dedos. Eso hizo que lo odiara de repente.
Grace recordó la fuerza con la que su madre le había apretado la mano durante las contracciones, la manera en que nunca se había apartado de su lado, el modo en que su papá había visto Netflix con ella durante horas sin decir una sola palabra. Cuanto más mayores eran, más humanos parecían sus papás, y esa era una de las cosas que más miedo le daba en el mundo. Extrañaba cuando era pequeña, cuando eran los dioses todopoderosos de su mundo, pero al mismo tiempo verlos como humanos hacía que fuera más fácil verse a sí misma de esa manera.
Fragmentos del libro «El esplendor de las raíces» de Robin Benway
Natalia Liguori 