Que me parta un milagro

La mejor lencería que tenía estaba sobre mi cuerpo esperando encenderlo en llamas y que me diera lo único que buscaba: ¿satisfacción? ¿juego erótico? No: una buena catarata espermática. Era lo único que me interesaba en ese momento. Pude suponer que los primeros tres días de las fechas fértiles él se sintió un campeón… Al cuarto lo noté sospechoso: “¿Qué te pasa, te sentís bien?”.

Llegó el octavo día de la semana fértil. Él volvió de una salida con amigos, ya había cenado, estaba agotado físicamente, extenuado mentalmente y no se le ocurrió mejor idea que lanzarme un: “Hoy no, estoy muy cansado.” ¿Perdón? No era factible, posible, ni aceptable. “Hoy de nuevo”, le exigí. “Puede ser el día en el que esté ovulando o tal vez lo de ayer no alcanzó y se necesitan refuerzos. ¿Acaso no te acordás las fechas fértiles? Te espero en la cama”. Me acababa de convertir en una “psicópata-adicta-ninfómana con fines específicos” sin darme cuenta.

Esa fue la primera vez que mi relación sexual se transformó en un trámite burocrático: rechacé la negativa, di indicaciones, esperé la entrega, recibí el paquete y finalizó la transacción. Nada de “jueguito previo”, nada de erotismo, nada de mimos ni caricias, nada de nada. A los bifes de una. Al otro día se repitió el trámite: despachó la entrega sin complicaciones y se quedó dormido. Misión cumplida. La semana aerosexual llegó a su fin. ¡Por fin!: ya no daba más. Pero estaba tranquila porque esa vez sí habíamos hecho las cosas como había que hacerlas. Ese mes seguro quedábamos embarazados. Riiiing…. “¿Quién es?”, la tía Colorada de visita nuevamente… como todos los meses. “¿Ah, pero cómo? No te estaba esperando”.

Por segunda vez el plan perfecto había fracasado. Algo no había funcionado. ¿Eran mis cálculos sobre el calendario? ¿Eran las posiciones que practicábamos en la cama? Repetimos el mismo procedimiento midiendo a ojo de arquitecto las fechas. Repetimos la técnica y finalmente fechas fértiles y relajación no ayudaron. De lo único que estaba convencida era de que la fertilidad está mal repartida: mientras unos encuentran sin buscar, algunos que buscamos no encontramos.

💬 Fragmentos de «Que me parta un milagro» de Maru Pesuggi.


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