Bebé vampiro

En nuestra casa cambió la medida de tiempo y la vida ya no se separa en días. Dejó de importar qué comemos y en qué momento. Las acciones más esenciales se hacen cuando se puede y no cuando aparece el deseo o la necesidad.

Nuestras conversaciones se transformaron tan rotundamente como nuestro aspecto y nuestro humor. Cada siesta del bebé llena de aire y luz nuestra vidita y, a la vez, nos lanza a un sinfín de oportunidades abrumadoras. Al final, yo termino siempre con el celular en la mano mirando ropa que nunca voy a comprar porque mis nuevas tetas llenas de leche y mi cintura deformada no me lo permiten. Navego por cuentas que venden juguetes carísimos, con inspiración Montessori, que estoy convencida de que hay que tener para lograr el buen desarrollo de cualquier bebé.

Además, paso las horas de sueño de Erre leyendo relatos de mujeres que lograron parir en sus casas, sin anestesia, sintiendo placer, rodeadas de sus parejas, hijos anteriores, parteras, chamanas, doulas, mascotas. Algunas mujeres, me enteré, llegan a tener orgasmos en el momento de la expulsión. Ante todo eso, se me llenan los ojos de lágrimas y el corazón de culpa por esa herida primal que, supuestamente pero seguramente, le causé a Erre al traerlo al mundo por cesárea. Y más culpa porque, en vez de dormir como todos dicen que tengo que hacer cuando el bebé duerme, miro mi celular y miro mi celular hasta que se me secan los ojos.

Cierro la puerta del baño y por un momento estoy sola y hay silencio, aunque la sensación definitiva es que ya no más, que ya nunca más voy a estar realmente sola. Me miro en el espejo y noto que estos (¿pocos? ¿muchos?) días sin dormir ya hicieron lo suyo conmigo. El sueño es la parte más difícil, no se puede dormir tan mal y tan poco y seguir como si nada pasara. Tortura china.

Amo a mi hijo, pero lo amo más cuando duerme y, solo en esos ratos, que oscilan entre los 25 y los 45 minutos, vuelvo a ser enteramente yo aunque ese yo se haya desdibujado por completo desde su llegada.

Fragmentos de “Bebé vampiro” de Nadine Lifschitz


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