Recuerdos de la infancia

La música de María Elena Walsh, el sabor de tus vainillas caseras, que mojábamos en la leche chocolatada en las tazas verdes de lata. Nos dejaban ser libres, ser nosotros mismos, niños que querían jugar, volar, pero siempre seguros de que podíamos volver a tus brazos… Cómo me gustaría volver, al menos por un rato, a una de las noches de mi infancia. ¿Te acordás el velador de cerámica amarilla que me dejabas prendido? No sabés el pánico que me daba atravesar el pasillo, que me parecía eterno, para llegar a tu cuarto a buscarte cuando tenía miedo. Pero valía la pena correr el riesgo de cruzarme con algún monstruo, porque el mundo era seguro de tu mano – mamá se había sentado en una banqueta y lloraba mientras me escuchaba –. Desde que nació Allegra me pregunto, todos los días, cómo hacías, cómo hacés. Y he llegado a la conclusión de que sos un modelo muy difícil de alcanzar para mí.

– Ignacia –intervino al fin mi madre–, tenés una imagen idealizada de mí, hija. Pero también pasé momentos de angustia y crisis con mi maternidad, y lo sabés. Muchas veces sentí ganas de salir corriendo para liberarme de ser madre de cuatro hijos. Los amo, son mi vida, pero muchas veces me he sentido abrumada por su demanda. En esa época que vos recordás como dorada, con tu padre discutíamos mucho, nunca delante de ustedes como bien sabés, pero él me reclamaba como mujer, pretendía tanto de mí… y yo no podía más que ser madre durante aquellos años de su infancia. Toda mi libido pasaba por mis hijos, pero ¿qué más valioso puede tener un hijo que a sus padres juntos? Nosotros fuimos bastante hipócritas, durante muchos años. Incluso en aquel tiempo, que vos añorás con tanta nostalgia, fue también cuando más triste me sentí en mi vida. Me debatía entre mis necesidades y las de ustedes, entre los deseos de tu padre y los míos. Por aquella época no estaba bien visto que las madres dejasen a sus hijos para trabajar o estudiar. Me hubiese encantado poder hacerlo. Tampoco estábamos tan cómodos económicamente para pagar una niñera. Siempre los elegí a ustedes aunque soñaba con otros destinos. Pero la mía no fue una decisión tan sabia tampoco, hija. Porque no siempre tenían a mi mejor versión.


– Pará mamá, no quiero saber tanto en realidad. Déjame quedarme con lo que armé de mi infancia y de ustedes como padres.


– Está bien, pero con la verdad podés construir una memoria mucho más maravillosa, algo real que le puedas heredar a Allegra y que le permita crecer sabiendo de dónde viene, o con qué carga.


💬 Fragmento del libro “Retrato de una mala madre” de Agustina Fernández


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