Hace unos meses, una de las personas que forman esa red preciosa que me sostiene cuando todo se hunde vino a mí en estado de emergencia. Se había subido a un cohete con alguien a quien apenas conocía y en un momento vital en que aquello era insostenible. Pero ese subidón le daba gasolina suficiente para estar animada. La gasolina, sin embargo, tiene sus cosas, y una es que puede explotar. Y ella estaba en el punto de la explosión, con ansiedad por si la otra persona sí o no, con urgencias por verla, desatendiendo sus prioridades y metida en un jaleo emocional del que era consciente, pero que no sabía cómo desactivar. Pasamos la noche hablando y bebiendo hasta que en un momento me dijo: “Jod3r, ¿pero el amor no es lo que nos salva, tía? ¿El amor no es lo único que nos salva?”.
Y sí, claro. Pero el amor no es eso: el amor somos nosotras. El amor éramos ella y yo pasando la noche en vela para acompañarla en su tristeza como ella me ha acompañado en todas las mías. El amor es esa incondicionalidad, ese apoyo, ese cariño en lo mejor y en lo peor, ese poder reírnos de aquello, esa certeza íntima de que dos semanas más tarde yo estaría llorando en el suelo de la cocina y ella estaría allí. Y estuvo. Ese es el amor que nos salva, y ese es el amor que no vemos, el que consideramos menos amor que otros, al que no le damos la importancia que merece y sin el que no podríamos salir adelante en este mundo de mi3rda.
Último post del año con palabras de Brigitte Vasallo y viñetas de Daniella Martic , elegidas con conciencia plena, inmensamente agradecida por tanto amor en mi vida