Maternidad Consciente: La Crianza

La gestación, el nacimiento y los cuidados que recibe el niño durante la primera infancia tienen una importancia fundamental para su desarrollo psicosocial y su crecimiento.

Es el adulto el encargado de mostrarle el mundo al bebé (Donald Winnicott) que nace en tal estado de indefensión que para sobrevivir y desarrollar su potencialidad necesita de otras personas que le provean todo aquello que es necesario, ya que no puede hacerlo por sí solo. Los modos en que los adultos se ocupan del niño, las interacciones y la comunicación con él, se internalizan y el niño construye de esta manera los modelos de sí mismo que reflejan el modo en que sus padres lo ven. Así, las experiencias emocionales del niño con su familia permiten que construya la capacidad de pensar el mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construir su propio aparato psíquico, que se irá desarrollando hasta que logre ser alguien diferenciado como individuo e integrado a la sociedad (Unicef y Fundación Kaleidos).

El establecimiento de un vínculo afectivo seguro y estable con los padres es la base de un desarrollo emocional sano. El bebé necesita sostén físico, psicológico y emocional por parte de su/s cuidador/es primario/s, sostén imprescindible para el desarrollo de la confianza básica que se irá cimentando a partir de las sucesivas interacciones.

La crianza consciente[1] invita a acompañar a los niños en su crecimiento y en su camino hacia la autonomía a través del amor, la aceptación incondicional, la empatía y el respeto absoluto hacia su persona, sus sentimientos, sus tiempos y sus necesidades, reconociéndolas, validándolas y respondiendo a ellas. Criar de forma consciente implica poder cuestionar(se), bajar el volumen a las voces externas y oír a la voz interior en la construcción de la propia m(p)aternidad, aún cuando en algunas cuestiones entre en conflicto con lo socialmente “normalizado” o con lo que “debería ser” según el entorno. Es necesario mirar hacia adentro e ir tratando de identificar los propios sentimientos, las propias sombras, expectativas, (auto)exigencias y temores para poder aceptarlos, trabajar sobre ellos y no trasladarlos.

Desde esta mirada, se entiende que más que “poner limites”, lo primordial es guiar amorosamente transmitiendo valores y normas de convivencia, teniendo siempre presente la enorme influencia que ejercemos los adultos cotidianamente en la vida de los niños, no sólo a través de las palabras sino también de las acciones y de la coherencia entre ellas (palabras-acciones). El respeto mutuo se construye fundamentalmente a partir del ejemplo, el adulto trata al niño de la misma manera en que le gustaría ser tratado, sin recurrir a “medios, modos y métodos que no serían aceptables en otro ser humano» (Rosa Jové).

(*) Natalia S. Liguori
Lic. en Psicología (MN 47.600 – MP 96.341)
natiliguori@yahoo.com
https://licenciadanatalialiguori.wordpress.com

[1] Consciente (Del lat. conscĭens, -entis, part. act. de conscīre, saber perfectamente).
1. adj.Que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace.
2. adj.Dicho de una cosa: Que se hace en estas condiciones.
3. adj.Con pleno uso de los sentidos y facultades.
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