La naturalización de la cesárea lleva a la invisibilización de sus repercusiones y las mujeres afectadas se encuentran desvalidas a la hora de expresar/procesar sus experiencias ya que no hay recursos en el sistema de salud que las habiliten a hablar de ello. Tampoco hay apertura en los entornos sociales cercanos o inmediatos, ya que el foco de atención, luego del nacimiento, se traslada completamente al bebé. Este corrimiento, se produce desde el primer momento de institucionalización. Es muy interesante observar que al entrar al hospital para parir, la dimensión de “mujer” como sujeta de derechos se ve anulada por la dimensión “madre”, que la coloca en el escenario solo en función de otro, el futuro bebé. Este cambio en el centro de la atención, deja a la mujer y su experiencia subjetiva, invisibilizada e inexistente (Farias, 2014).
Parte de la sociedad médica esgrime que éste aumento está vinculado con las preferencias de las mujeres pero en diversas investigaciones queda claro que es un argumento falaz. El Departamento de Investigación en Salud de la Madre y el Niño del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria realizó una investigación en el año 2016 (publicada en la revista BMC Pregnancy and Childbirth). Las cifras fueron contundentes: apenas el 7% de las 400 embarazadas de entre 18 y 35 años que se atendieron en hospitales públicos y privados de Buenos Aires, a quienes entrevistaron durante el tercer trimestre de la gestación de sus hijos, manifestaron preferir una cesárea. Y sin embargo se terminó operando al 37%.
Una reciente revisión sistemática a nivel mundial da cuenta de que la tasa de preferencia de cesárea es del 15,6%.
La tasa de cesáreas se está elevando de manera exponencial sin una mejora concomitante en los cuidados maternos y neonatales (Althabe et al, 2006; Wagner, 2006).
Abril es un mes de concientización: que las cesáreas se realicen únicamente cuando sean verdaderamente necesarias y que se den en un marco de intimidad y respeto, sin olvidar que se trata de un nacimiento. Que dejen de practicarnos cesáreas innecesarias, que dejen de cortar nuestros úteros.
(*) Natalia S. Liguori
Lic. en Psicología (MN 47.600 – MP 96.341)
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