Cuando hablamos de AMBIVALENCIA AFECTIVA hacemos referencia a la coexistencia de sentimientos e impulsos opuestos, más o menos conscientes, relacionados con una misma persona o situación. A simple vista, dichos afectos podrían parecer incompatibles, pero no sólo no lo son sino que además tienen la característica de ser indisolubles (por ejemplo, el amor y el odio).
La ambivalencia es inherente a la vida humana, y en la maternidad – sobre todo durante el período perinatal – suele presentarse de forma descarnada. En parte, debido a la crisis vital evolutiva, a la transparencia psíquica, a la dependencia absoluta del infante y a los duelos que se inauguran en esta etapa. Pero también, a causa de la idealización de la maternidad, y a la distancia que se produce en la experiencia entre el ideal y el real.
Sin embargo, la ambivalencia materna ha sido silenciada, sancionada y rechazada, en tanto la maternidad ha sido sacralizada, exaltando sus bondades y velando los aspectos conflictivos que no coinciden con el ideal de “amor puro”, incondicional, infalible e inagotable, ni con la imagen de la madre como ser angelical. Se trata lisa y llanamente de un discurso plagado de violencia simbólica.
Dicha representación, unívoca e irreal, anula la expresión de otras voces, afectando las experiencias subjetivas, potenciando la sensación de falla, de inadecuación y el sentimiento de culpa, generando elevados montos de angustia y ansiedad.
Para poder gestionar la ambivalencia es preciso aceptarla primero: entenderla y legitimarla, en lugar de resistirla y censurarla. Visibilizar la complejidad de las experiencias humanas, la existencia de contradicciones ineludibles, dudas, tensiones, conflictos y desafíos. Narrar(nos) de forma sincera, despojándonos así de esa carga que no nos pertenece.
Para mí, una de las mejores cosas de las redes es conocer profesionales geniales. Mafe Cardona (@lamalamamapodcast ) es una socióloga de Colombia, con quien hace rato venimos intercambiando reflexiones, catarsis, libros, etc. Hoy nos damos el gustito de compartir este post colaborativo, con el deseo de que seamos MÁS COMPASIVAS, no sólo con las demás sino también con nosotras mismas.
(*) Natalia S. Liguori
Lic. en Psicología (MN 47.600 – MP 96.341)
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