
El auge de los expertos ha convertido a las familias autónomas en instituciones dependientes y en crisis permanente. En las sociedades tradicionales, la educación, el cuidado, la enfermedad o la muerte se producían, por lo general, en un marco afectivo y poco profesionalizado. En nuestro tiempo, los expertos y las instituciones formales monopolizan los saberes necesarios para llevar una vida que, paradójicamente, resulta cada vez más y menos privada: más privada en la medida en que la compartimos menos con nuestros pares, y menos privada en la medida en que está constantemente intervenida por los expertos. Es un círculo vicioso. Desde el momento en que nos hurtan las fuentes tradicionales de conocimiento, necesitamos que alguien nos diga cómo hacer las cosas. Y a medida que surgen más voces que ofrecen sus saberes, nos vamos sintiendo cada vez más acosados por la incertidumbre, más ansiosos por encontrar a alguien que nos diga lo que ‘de verdad’ debemos hacer.
Fragmento del libro «¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista» de Carolina del Olmo