El día que nació mi hijo fue el más feliz de mi vida, la frase hecha por excelencia. Me cago en esa más que en cualquier otra. El día que nació mi bebe fue el más confuso y aterrador de la mía. Para colmo no podía llorar. Estaba paralizada, anestesiada. Como si el obstetra se hubiese olvidado de cortar el cordón umbilical y por allí me estuviesen llegando las mismas drogas que le estaban dando a mi hijo. Recién a las doce horas lo pude ir a ver a la neo con un dolor abdominal que no me dejaba caminar, arrastrando en cada paso un miedo monstruoso. Yo lo necesitaba, pero él no me necesitaba a mí, necesitaba a los médicos, enfermeras, drogas, tubos, vías, sueros y sobre todo al p*to respirador.
Fragmento del libro «Medias de unicornio» de Yaiza Conti Ferreyra