
«Lo que más me impresionó cuando me ofrecieron mi segundo hijo y lo tomé en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada.
Contemplé las hinchadas facciones amoratadas, las manos achatadas, el escroto que le colgaba casi hasta los tobillos y sentí tan poco placer y afecto como si hubieran envuelto por equivocación la placenta en una manta y me la hubieran puesto en brazos. En verdad, al principio pensé que habían hecho eso.»
Así empieza este libro-bomba de Verity Bargate que me atrapó por completo, desde la primera página hasta la última.