El niño es un ser de iniciativas [i] cuya acción es sostenida por el vínculo verdadero y estable con los adultos de referencia [ii], vínculo que se cimenta en las interacciones cotidianas, en los cuidados, las miradas, las caricias, los abrazos, las palabras, y – fundamentalmente – en la respuesta sensible [iii], consistente, de los cuidadores primarios. Para poder responder de forma sensible, es preciso ver al niño como un ser humano con individualidad y necesidades propias, separadas con respecto a las de los demás. Esto implica ofrecerle una base segura y al mismo tiempo permitirle y favorecer el desarrollo de conductas exploratorias.
Durante el primer tiempo de vida, el Recién Nacido está tomado por sus impostergables necesidades biológicas, que le provocan desequilibrios internos que exigen ser satisfechos. Estas necesidades (hambre, sueño, necesidad de contacto, necesidad de movimiento) serán la base de sus primeras emociones, que expresará a través de gestos, miradas, movimientos de sus brazos y piernas, quejidos, llanto. Es el adulto el que deberá interpretar y darle significado a estas señales, intentando satisfacer las mismas, entonces tanto el niño como el cuidador, van desarrollando acciones que transforman a uno y a otro, a nivel tónico, sensorial y emocional, recíprocas, ocurre entre ellos lo que llamamos INTERACCIONES, que son el origen de la comunicación humana, del vínculo de apego, y de la subjetividad.
Uno de de los principales objetivos del lactante en su primer año de vida es la creación de un vinculo de Apego de comunicación emocional con el principal responsable de su cuidado y el desarrollo de la autorregulación, en la primeras experiencias como se menciona en el párrafo anterior utilizan sus capacidades motoras y sensoriales en desarrollo como el olor, el gusto y el tacto, ya alrededor de las ocho semanas sus capacidades sociales y emocionales progresan y aparece el intercambio de miradas con el principal responsable del niño, la madre donde entablan en forma inconsciente una comunicación facial, vocal y gestual. En los intercambios emocionales cara a cara, la madre se vuelve continente, para regular la excitación positiva. La diada sincroniza la intensidad de su conducta afectiva, estos episodios de sincronía afectiva se producen en la primera expresión de juego social, según Lester Hoffman y Brazelton, la sincronía se desarrolla como consecuencia que cada parte aprende la estructura rítmica del otro y la modifica su comportamiento para adaptarse a ella.
La organización de la vida cotidiana y la forma, modalidad con que reciba los cuidados corporales, serán EJES alrededor de los cuales se constituirá psíquicamente el SUJETO humano. [iv]
Uno de estos cuidados imprescindibles para el bebé es el de SER ALIMENTADO, momentos durante los cuales se experimentan gran cantidad de sensaciones (visuales, auditivas, táctiles) que, si son placenteras, llevarán al niño a asociar a ese adulto con la calma, la seguridad. Los múltiples contactos sobre la piel, al estar cuerpo a cuerpo con su mamá, amoldándose mutuamente, tocándose sus manos, las caricias sobre su cara, sus piernas, su cuerpo, le brindan conocimiento sobre sí mismo y sobre quien lo cuida, se genera un diálogo entre ambos que transforma tanto a la mamá como al bebé.
Entonces, cuando esa NECESIDAD que lo desequilibra es adecuadamente SATISFECHA, será vivida y SENTIDA como PLACER. Este placer vivido por el niño, genera en el Sistema Neurobiológico del bebé un ENGRAMA, una huella orgánica que permite el recuerdo de sonidos, de olores, de sabores, de tacto, de posturas, de movimiento y de emoción. Los engramas son grabados en todas las sinapsis de las neuronas,de manera estable, según procesos bioquímicos, bioeléctricos y hormonales. Todos estos engramas forman una memoria experiencial de las huellas del placer de acción duradera, que los neuropsicólogos llaman memoria implícita. [v]
«No existe tal cosa llamada bebé», afirma Winnicott: “El bebé existe siempre con alguien más; una mamá que lo corporaliza, lo construye, lo invita amorosamente a vivir, la que cumple la “función materna”, que debe ser lo suficientemente buena para garantizar su salud física y psíquica”. El primer contacto del niño con el mundo es a través del adulto que lo cuida. “Cuando se me muestra un bebé, se me muestra a alguien que se ocupa de él” asevera Winnicott. Es el que lo mira, lo toca, le habla, lo alimenta, quien será su primer objeto de EXPLORACIÓN y CONOCIMIENTO, por eso el niño mira (imantación de la mirada), EXPLORA: toca sus ojos, la boca, el mentón, el cuello, introduce sus manitas en su boca y/o nariz del que lo alimenta y sostiene.
En el momento de SER ALIMENTADO, se ven comprometidos los cinco sentidos del bebé, que se reunifica y se integra en presencia de Otro (el adulto) con el que INTERACTÚA, y va adquiriendo al mismo tiempo la noción de su PROPIO YO, y el reconocimiento del OTRO, proceso denominado de INDIVIDUACIÓN en el que hay:
– Reconocimiento sensorial: el bebé reconoce al adulto por su olor, temperatura, como lo manipula, adulto que se le va presentando de diferentes maneras (por el color de su ropa, su perfume, el tono y cadencia de su voz, la forma de sostenerlo),
– Reconocimiento cognitivo: cuando diferencia a “ese” adulto del cuidado de “otros” adultos.
– Reconocimiento afectivo: cuando distingue y elige a quien/es mejor satisface sus necesidades, con quien/es se siente tranquilo y seguro, con quien/es desarrolla la conducta de APEGO.
La calidad vincular que se establezca organiza MATRICES RELACIONALES Y COMPORTAMENTALES, adquiriendo la alimentación la calidad de FUNCIÓN, donde convergen y se integran funciones fisiológicas, desarrollo emocional y constitución psíquica.
Como afirma la Dra. Ibone Olza, psiquiatra perinatal e infanto-juvenil, “la crianza poco tiene que ver con la producción industrial en la que se encuentra sumergida, sino todo lo contrario, es una obra de la más delicada artesanía. Despacio se van construyendo los vínculos más sólidos y duraderos, esos que dan como fruto adultos seguros de sí mismos y con enorme capacidad de amar”. [vi]
Ahora bien, cuando el cuidador no se encuentra emocionalmente disponible o cuando está excesivamente ocupado, de manera que no corresponde empáticamente con los estados afectivos del infante, entonces el mutualismo y el intercambio serán reemplazados por formas de desafinación. Daniel Stern, psiquiatra perinatal, ha denominado a estas perturbaciones interpersonales tempranas “traspiés en el baile”. [vii]
Desde estas consideraciones es que el Collar de Lactancia al entretener, distraer, captar la atención hacia un objeto, no permite vivenciar:
1) La imantación de la mirada de la madre/cuidador y el niño,
2) Las sensaciones corporales, producto del contacto entre ambos, percibir y percibirse en su olor, temperatura, textura de la piel,
3) El intercambio tónico, la respiración, el ritmo cardíaco.
Y adherimos a lo que afirma el antropólogo Ashley Montagu, “con juguetes en lugar de las suaves manos maternas, se fomenta que el bebé manipule cosas, en lugar de tratar a personas. Como dice Philip Slater en su libro Paseo por la tierra, tal aprendizaje es útil para manejar y relacionarse con máquinas, no tanto para mantener cálidas relaciones con otros.
El proceso de la lactancia materna implica mucho más que la nutrición física del bebé. Ese «mucho más» es el entorno psicocultural, de primerísima importancia para el crecimiento y el desarrollo de las capacidades del niño a fin de que funcione como un ser humano mentalmente sano. [viii]
(*) Trabajo realizado por la Dra. María Claudia Rost, la Dra. Solange Bourguet, la Lic. Natalia Liguori, la Dra. Karina Teisaire y la Dra. Analía Rodríguez para el Curso “Una mirada integradora sobre el niño en desarrollo” dirigido por la Dra. Liliana Edith Gonzalez y la Dra. Silvia Biancato, realizado en el Hospital Materno Infantil de San Isidro Dr. Carlos Gianantonio, declarado de interés científico por la Sociedad Argentina de Pediatría
[i] Neuropsicología del desarrollo, Rev. La Hamaca, N° 9, FUNDARI, Buenos Aires, 1998. Pág. 17. En Bebés en Movimiento: el desarrollo postural en imágenes, de Liliana Gruss y Francis Rosemberg, Ed. Continente, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016. Pág. 17.
[ii] Liliana Gruss, Francis Rosemberg: Bebés en Movimiento: el desarrollo postural en imágenes, Ed. Continente, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016. Pág. 17.
[iii] De acuerdo a la descripción dada por Ainsworth et al. (1978), la respuesta sensible por parte de las madres de los bebés incluye un número de características, tales como la capacidad para percibir y para responder apropiadamente a las señales de demanda de atención del bebé, la habilidad para respetar el sentido de autonomía del bebé, la disposición a jugar con el bebé, etc. Una madre sensible tiende a considerar a su hijo como a un individuo separado; respeta su actividad-en-progreso y por lo tanto evita interrumpirlo. (Mario Marrone: Apego y motivación, una lectura psicoanalítica, Ed. Psimática, Madrid, 2014.)
[iv] Desarrollo infantil: INTERACCIONES: el valor de lo cotidiano en la organización subjetiva.
[v] Bernard Aucouturier: Neurociencias y psicomotricidad. Barcelona. Abril 2016.
[vi] Ibone Olza: Criar despacio en https://iboneolza.wordpress.com/2013/10/28/criar-despacio/
[vii] Mario Marrone: Apego y motivación, una lectura psicoanalítica, Ed. Psimática, Madrid, 2014.
[viii] Ashley Montagu: El tacto, la importancia de la piel en las relaciones humanas. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona. 2004.