
Mucho se habla de la humanización de la atención de las gestaciones y de los partos… Mucho luchamos por ello. Ahora bien, luego de estos acontecimientos sin duda significativos, ¿qué sucede con las maternidades?
El reconocimiento como sujetas de derecho y deseos, el protagonismo, el respeto por las decisiones, la intimidad (no la soledad, no el abandono), los tiempos singulares y subjetivos, la libertad de movimiento, de expresión de las distintas emociones, ¿qué pasa con todo ello cuando queremos ejercer los cuidados, entre otras tantas cosas que también queremos?
¿Qué se espera de las madres?
Seres angelados. Incondicionalidad, paciencia, bondad. Asepsia de sentires que puedan provocar infecciones: que no lloren (“se lo pueden pasar” a sus bebés, aparentemente hasta los 21 años), que no se enojen (menos aún con sus crías), que no se agoten, que no se quejen. Que puedan. Siempre. Con todo. Que quieran (porque “si quieren, pueden”… y sino, no quieren tanto). Que disfruten del juego, que sostengan el hogar, que protejan el medio ambiente, que cambien el mundo a través de las crianzas.
No sé a ustedes, pero a mí me parece un montón.
¿Y si humanizamos a las madres?
(*) Natalia S. Liguori
Lic. en Psicología (MN 47.600 – MP 96.341)
natiliguori@yahoo.com
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